EL CEREBRO DE LA ESTUPIDEZ
Hace bastanteas años, empecé a descubrir, no sin asombro, que cuando un
escritor se malogra o se pierde nunca es a causa de la necesidad, si no
de la codicia. La necesidad está en el origen de muchos de los
desastres que organizan los seres humanos, pero me temo que la codicia
es responsable de muchos más, aunque cada vez lo que me da más miedo es
la inmensa fuerza desructiva de la estupidez. La necesidad de terrenos
de cultivo y de combustible trajo consigo la deforestación de una gra
parte de Europa, sobre todo después de la explosión demográfica de la
Baja Edad Media. Pero fueron la codicia y la estupidez de los reyes
empeñados en construirse flotas guerreras lo que llevó a la tala de más
árboles. Entre la marina de guerra de Abderramán III y la Armada
Invencible de Felipe , las sierras de Andalucía se quedaron peladas.
Cuando la estupidez recluta a su servicio a la necesidad y a la
codicia, los resultados son temibles. Es dificil mirar alrededor sin
encontrar algún ejemplo. El más reciente que conozco es el de la caza
de los rinocerontes, que están en peligro de extinción a causa
exlclusivamente de una soberana estupidez: la de creer que sus ceurnos
tienen efectos medicinales o afrodisiacos, común en China y en Vietnam.
Un cuerno de rinoceronte no está hecho de tejido óseo, sino de
queratina, igual que el pelo las uñas, y no tiene más utilidad práctica
que la de servir de ariete en las peleas entre machos. Pero ahora mismo,
según he leído en The Economist, el cuerno de rinoceronte es una de las
mercancías más caras del mundo, por encima del oro y de la cocaína.
Nada como la estupidez para estimular la codicia. Un rinoceronte es un
animal solitario y magnífico que puede medir más de cuatro metros y
pesar, si es macho, cerca de cuatro toneladas, pero basta un disparo a
distancia con un rifle de mira telescópica para acabar con él, y sus
cazadores son tan ávidos de lograr el botín que a veces cortan el cuerno
mientras el animal todavía está vivo.
En el cuerno edl
rinoceronte no hay ni un solo componente que cure nada, y si lo hubiera
es probable que pudiera encontrarse igual y con menos sacrificio en las
uñas que se corta cualquiera al salir de la ducha, pero el comercio,
ilegal, es más próspero cada año, porque la nueva riqueza en China y en
Vietnam multiplica la demanda. En la Indi y en Sumatra las especies
locales ya están casi extinguidas. La población más numerosa, la de
rinocerontes blancos, es la de Sudáfrica, que cuenta con alrededor ed
20.000 ejemplares. Pero el año pasado se cazaron 438, y este se calcula
que pueden sucumbir más de 600. Criaturas grandes, los rinocerontes son
anmales de reproducción lenta, y solo una cría nace de cada aprto. Uno
los ve de cerca en un zoo y tienen una envergadura de grandes máquinas
acorazadas de guerra. Es una sorpresa enterarse de que son hervívoros.
Con semejante tamaño y con una alimentación tan poco energética sus
cerebros son comparativamente diminutos: entre 400 y 600 Gramos. El
misterio de la estupidez es tan hondo como el de la crueldad. Con mucha
frecuencia también las dos se alían entre sí: cuánta estupidez y cuánta
crueldad hacen falta para matar a un gorila sin otro propósito que
disecar su mano para convertirla en cenicero. La necesidad puede
remediarse mediante la explotación prudente de los recursos y la justa
distribución de lo imprescindible.
Para la estupidez y sus dos
cómplices mayores, la crueldad y la codicia, no sabe uno qué remedio
podría ser útil, ni qué modo habría de ponerles límite. En Sudáfrica los
cazadores furtivos de rinocerontes pueden ser condenados a muchos años
de cárcel, pero mientras haya quien crea en las inexistentes virtudes
medicinales de sus cuernos, la escalada de la matanza no se detendrá
sino cuando se haya extinguido. Da muchas veces la impresión de que el
cerebro del Homo Sapiens, aunque pese mucho más, tiene todavía menos
sustancia que el cerebro de un rinoceronte.
(Antonio Muñoz Molina - Revista Muy Interesante - Julio 2012)
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