jueves, 28 de junio de 2012

EL CEREBRO DE LA ESTUPIDEZ

Hace bastanteas años, empecé a descubrir, no sin asombro, que cuando un escritor se malogra o se pierde nunca es a causa de la necesidad, si no de la codicia. La necesidad está en el origen de muchos de los desastres que organizan los seres humanos, pero me temo que la codicia es responsable de muchos más, aunque cada vez lo que me da más miedo es la inmensa fuerza desructiva de la estupidez. La necesidad de terrenos de cultivo y de combustible trajo consigo la deforestación de una gra parte de Europa, sobre todo después de la explosión demográfica de la Baja Edad Media. Pero fueron la codicia y la estupidez de los reyes empeñados en construirse flotas guerreras lo que llevó a la tala de más árboles. Entre la marina de guerra de Abderramán III y la Armada Invencible de Felipe , las sierras de Andalucía se quedaron peladas.

Cuando la estupidez recluta a su servicio a la necesidad y a la codicia, los resultados son temibles. Es dificil mirar alrededor sin encontrar algún ejemplo. El más reciente que conozco es el de la caza de los rinocerontes, que están en peligro de extinción a causa exlclusivamente de una soberana estupidez: la de creer que sus ceurnos tienen efectos medicinales o afrodisiacos, común en China y en Vietnam. Un cuerno de rinoceronte no está hecho de tejido óseo, sino de queratina, igual que el pelo las uñas, y no tiene más utilidad práctica que la de servir de ariete en las peleas entre machos. Pero ahora mismo, según he leído en The Economist, el cuerno de rinoceronte es una de las mercancías más caras del mundo, por encima del oro y de la cocaína. Nada como la estupidez para estimular la codicia. Un rinoceronte es un animal solitario y magnífico que puede medir más de cuatro metros y pesar, si es macho, cerca de cuatro toneladas, pero basta un disparo a distancia con un rifle de mira telescópica para acabar con él, y sus cazadores son tan ávidos de lograr el botín que a veces cortan el cuerno mientras el animal todavía está vivo.

En el cuerno edl rinoceronte no hay ni un solo componente que cure nada, y si lo hubiera es probable que pudiera encontrarse igual y con menos sacrificio en las uñas que se corta cualquiera al salir de la ducha, pero el comercio, ilegal, es más próspero cada año, porque la nueva riqueza en China y en Vietnam multiplica la demanda. En la Indi y en Sumatra las especies locales ya están casi extinguidas. La población más numerosa, la de rinocerontes blancos, es la de Sudáfrica, que cuenta con alrededor ed 20.000 ejemplares. Pero el año pasado se cazaron 438, y este se calcula que pueden sucumbir más de 600. Criaturas grandes, los rinocerontes son anmales de reproducción lenta, y solo una cría nace de cada aprto. Uno los ve de cerca en un zoo y tienen una envergadura de grandes máquinas acorazadas de guerra. Es una sorpresa enterarse de que son hervívoros. Con semejante tamaño y con una alimentación tan poco energética sus cerebros son comparativamente diminutos: entre 400 y 600 Gramos. El misterio de la estupidez es tan hondo como el de la crueldad. Con mucha frecuencia también las dos se alían entre sí: cuánta estupidez y cuánta crueldad hacen falta para matar a un gorila sin otro propósito que disecar su mano para convertirla en cenicero. La necesidad puede remediarse mediante la explotación prudente de los recursos y la justa distribución de lo imprescindible.

Para la estupidez y sus dos cómplices mayores, la crueldad y la codicia, no sabe uno qué remedio podría ser útil, ni qué modo habría de ponerles límite. En Sudáfrica los cazadores furtivos de rinocerontes pueden ser condenados a muchos años de cárcel, pero mientras haya quien crea en las inexistentes virtudes medicinales de sus cuernos, la escalada de la matanza no se detendrá sino cuando se haya extinguido. Da muchas veces la impresión de que el cerebro del Homo Sapiens, aunque pese mucho más, tiene todavía menos sustancia que el cerebro de un rinoceronte.

(Antonio Muñoz Molina - Revista Muy Interesante - Julio 2012)

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